Me resulta curioso
todas las etiquetas que he ido acumulando en los últimos años. Algunas
merecidas, otras creo que no tanto. Yo me consideraba Venezolano, Caraqueño de
nacimiento y Oriental por adopción.
Magallanero, cule , de los Tigres de Detroit y de los Vikingos de
Minnesota si hablamos de equipos deportivos. Amante del buen cine,
especialmente del Latinoamericano, la buena radio y del Rock en español. También
me considero católico, ferviente devoto de la Virgen del Valle. En el plano gastronómico
como hasta piedras pero mi debilidad es la comida árabe, hasta aquí todo
clarito.
En
política nunca he militado en partido alguno salvo en Acción Democrática donde
por dos días fui secretario de profesionales y técnicos del Municipio Sotillo
por allá en la época del paro petrolero. Siendo mi carrera tan meteórica como
breve ya que a los dos días de asumir mis funciones y aun sin haber formalizado
ni la inscripción en el partido ni haber sido confirmado en el cargo decidí
desincorporarme fundamentalmente por mi desarraigo ideológico y porque no me
destrozaran el Festiva que tenia en esa época y que se transformo en un autobús
trayendo y llevando gente a reuniones
del partido. Entendí que mas que un político necesitaban un chofer y con un
carro mas grande y resistente.
A pesar de no haber militado en política,
siempre he tenido ideas muy definidas sobre lo que me gustaría para mi país y
es por eso precisamente por lo que creo que jamás he ganado una elección como
votante al menos presidencial que yo recuerde. No vote por Eduardo Fernández
porque tenia 17 años, pero el Tigre era mi candidato, Tampoco vote por Caldera,
lo hice por Oswaldo Alvarez Paz. Tampoco lo he hecho por Chavez en ninguna de
sus victorias, siempre apostando a un camino distinto a la revolución
bolivariana, sin éxito alguno. Precisamente, el hecho de no apoyar a Chávez me
ha hecho acreedor de múltiples epítetos
comenzando por Escualido, Pitiyankee, Apatrida, pasando recientemente a
Majunche. Todas esas etiquetas no me molestan sobretodo porque vienen de un adversario
que me desprecia y por ende sus opiniones carecen de importancia.
Ahora bien a raíz de mi postura una
vez conocido los resultados de las pasadas elecciones del 7 de octubre me acabo
de ganar un nuevo epíteto, con la diferencia que este viene de gente con la que
tengo afinidad política y en teoría debería importarme lo que piensan de mi. Ahora
soy radical, fundamentalmente por decir lo que es un secreto a voces, lo que
todo el mundo sabe y por cuestiones de inmediatismo electoral hay que meter
bajo la alfombra. Soy radical porque pienso y se que las elecciones pasadas
fueron tremendamente desiguales y fraudulentas y que por ordenes de la
dirigencia hay que aceptar y mas allá de eso expresar nuestra satisfacción con
la actuación del Consejo Nacional Electoral por brindarnos las elecciones mas
transparentes del mundo. Soy radical porque pienso que las cosas pudieron
hacerse diferente y porque se debe confiar en el electorado hablándoles claro
sobre lo cuesta arriba que es ir a elecciones en Venezuela con las condiciones
actuales solo por temer conservar las migajas de poder que el gobierno quiera
compartir siempre y cuando no se comprometa la verdadera estructura de poder
que esta blindada de verdad verdad y no como supuestamente estaba blindada la
defensa de las condiciones electorales de la oposición en los comicios pasados.
Ahora soy radical, y ya me estoy acostumbrado a la etiqueta. El tiempo seguirá
dictando la pauta sobre quien tiene la razón y créanme yo sere la persona mas
satisfecha del mundo si al final estoy equivocado.
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