A veces suelo
esperar antes de escribir, sobretodo cuando tengo demasiadas ganas de hacerlo. Hoy
es un dia de esos donde tengo tantas ideas que prefiero no plasmarlas, entre
otras cosas porque no siempre son muy coherentes. Las emociones no siempre son
buenas consejeras más aun cuando son tan intensas. Ayer mi día fue otra montaña
rusa, una de esas que ya se están convirtiendo en rutina cada vez que mi país
se mide en un proceso electoral. Por un lado sentí un orgullo inmenso de ver
gente de todas las edades, condiciones sociales, razas y credos felices de
poder expresarse mediante el voto. Sobretodo aquellos que como yo creyeron
(algunos creen) que se pueden lograr cambios en democracia aun cuando enfrentes
una maquinaria bien engrasada gigante y abusadora, que no se rige por parámetros
legales y que solamente esta limitada por la voluntad de un prócer todopoderoso
que ahora orienta sus destrezas a lograr la paz del mundo aun cuando no consigue
la paz en el vecindario adjunto a donde esta ubicada la residencia presidencial.
Ese orgullo inmenso se fue tornando
en una inmensa angustia, las horas transcurrían y solo se oían buenas noticias
respecto a las posibilidades de victoria del líder opositor, sin duda una pésima
señal cuando se trata de comicios en Venezuela. Lo más cercano al beso de la
muerte que le puede ocurrir a un candidato a cualquier cosa en este país es
decir que vas ganando en los exit polls. La inmensa angustia se tradujo en tristeza
profunda y aun una mayor decepción cuando la verdad nos volvió a golpear la
cara. El 55% por ciento del país elector ratifico la gestión del comandante
presidente, independientemente que este se canso de admitir lo fracasado de la
misma en su recorrido por Venezuela. Y es que si algo debo admirarle al recién
reelecto presidente es su capacidad cuatriboleada de pararse en frente de una
multitud y decirles que el no esta para resolver sus problemas, que el esta
para cosas mayores y que por eso deben votar por el. En cualquier pais del
mundo esa sola declaración seria suficiente para dejar de votar por un
candidato que te dice en tu cara que no le importa tu inseguridad, tus malos
servicios públicos ni nada por el estilo porque lo importante es mantenerse en
el poder. En cualquier país del mundo pero no en Venezuela.
Este mismo
candidato nos dijo a los que no profesamos la religión esa de la cual es el
Sumo Pontífice no éramos patriotas si no le seguíamos, esto por cierto debe ser
cierto al menos para casi 8 millones de Venezolanos que validaron esta y otras miles
de fantocheses durante este circo en el que termino convirtiéndose esta campaña
electoral.
Yo si estoy hablando con una inmensa
amargura encima y no tengo razones para ocultarlo. Debo admitir que desde
anoche le creo mas a Chavez, que a cualquier líder de la oposición. El entre
sus ansias y ambición desmedida de poder ha dicho unas cuantas verdades y quizás
la mas dolorosa pero la mas autentica es que en Venezuela no hay reconciliación
posible. Se que suena como una barbaridad, pero es cierto para reconciliarse
hace falta voluntad mutua y eso no existe y probablemente no existirá ya que el
comandante se asegurara que esto no ocurra, no va a dejar que sus mayores
recursos políticos que son el odio y el resentimiento pasen a un segundo plano.
Estas líneas serán las últimas que escriba sobre política en mucho tiempo, al
menos seriamente, no descarto hacerlo en tono de broma o chanza total pareciera
que el 55% de los venezolanos le da lo mismo lo que ocurra con el pais.
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