El cine ha sido parte importante de mi vida. Muchas de las cosas que se para bien o para mal las he aprendido bajo la cómplice oscuridad de una sala de cine o en la intimidad del sofá de la sala de mi casa. He visto cualquier cantidad de películas de todos los géneros, de muchas lenguas y nacionalidades, con actores malos y buenos, con mucho o con casi nada de presupuesto. Todo esto no me convierte en una autoridad en la materia, la tarea de los críticos es extremadamente admirada por mi y entre mis ídolos de toda la vida esta Alfonso Molina quien fuera (o es) critico de cine del Diario El Nacional en Venezuela. Creo que mi gusto por el cine sin duda fue influenciado por la visión que del cine tiene Molina a quien por cierto tuve la oportunidad de conocer una vez en el estacionamiento de mi edificio cuando mi carro estaba estacionado en el puesto que le correspondía al apartamento que el visitaba y lo que ha podido ser una discusión medio agria se convirtió en una de las mejores tertulias de 5 minutos que haya tenido en mi vida.
El punto es que eventualmente cuando vea alguna película que considere conveniente comentarles bien sea por que me guste o no, lo hare mediante esta columna a la cual llamare “Las Cotufas (popcorn) Embrutecen” y que únicamente pretende dar la visión de un vicioso del cine sobre determinada película. Dejando siempre la salvedad que jamás diré si una película es mala o es buena porque no soy quien para hacerlo. Me limitare a decir las cosas que considere positivas o negativas y si en mi opinión la película merece ser vista en una sala de cine, esperar el DVD o blue Ray según sea el caso o simplemente ignorarla.
En el día de hoy no voy a criticar película alguna mas bien quiero hablarles de donde saque el titulo de la columna. La historia se remonta a 1988 cuando siendo un Nuevon (versión venezolana de la palabra freshman) en la Facultad de derecho de la UCAB tuve la oportunidad de conocer al Padre Jesuita Francisco Arruza (Qepd) . El Padre Arruza era una de esos sacerdotes con cara y actitud del malo de la película pero que lejos de eso era un ser humano lleno de conocimiento y sobre todo de buenas intenciones para con sus alumnos. De este sacerdote podría escribir toda una columna con sus anécdotas y puede que alguna vez lo haga pero hoy particularmente quiero referirme a su visión del cine. Según el Padre Arruza el no iba al cine porque las cotufas embrutecían al individuo. Su señalamiento se basaba en el hecho de que solo bajo esa explicación el podía entender como las personas que iban a ver una película podían creer cosas tan inverosímiles o tan estupidas como las que ocurrían en algunas de ellas.
Recuerdo que el ejemplo más contundente que el Padre Arruza tenía para justificar su teoría sobre el hecho que las cotufas embrutecían era la película “El Planeta de los Simios” (versión original). De acuerdo al Padre Arruza solo con una alta dosis de cotufas una persona podía creerse el cuento que los simios podrían llegar a dominar al ser humano y cometer semejantes actos de barbarie. Arruza era profesor de lógica y precisamente con ese cristal veía el mundo. Quizás el Padre Arruza no vivió lo suficiente como para ver que después de todo esa película no era tan inverosímil. Quizás si estuviera vivo se habría dado cuenta que a lo mejor las cotufas no embrutecían. Lo que si es seguro es que si el Padre Arruza estuviera vivo nos habría mandado a todos sus alumnos a votar el próximo 26 de Septiembre.
Muy lógico hubiera sido del Padre Arruza! Mañana el gran dia.
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