Hugocchio
tenía instrucciones específicas de alcanzar el poder tan pronto como pudiera, desde la cárcel
conspiraba y planificaba sobre estrategias para hacerlo. Habiendo pasado unos
pocos meses y en compañía de civiles y militares a los que pudo convencer de lo
apropiado de sus planes volvió a atentar contra la constitución del país
llanero. Tratando de acabar por la vía de la fuerza con una de las mayores
tradiciones democráticas del mundo para complacer de esta forma el ansia de
poder desmedida del anciano carpintero isleño, quien seguía moviendo a su
antojo los hilos de su mejor creación.
El
segundo intento de alcanzar el poder de facto fue también un estruendoso
fracaso. Fidelio se planteo si realmente Hugocchio era el títere que el pensaba
podía cumplir sus planes o no. El títere seguía enclaustrado en su prisión deprimido
y amargado, cuando por obra y gracia de
un anciano presidente llanero, se le otorgo libertad plena no solo a Hugocchio
sino a todos aquellos que lo apoyaron en sus asonadas frustradas. Hugocchio
agarro un segundo aire se acerco a ciertos líderes políticos históricos del
país llanero. Empezó a visitar al país de punta a punta llevando su mensaje de
esperanza y progreso cuando muy dentro de si
sabía que su único propósito era llenar de orgullo a su nefasto creador.
Las
elecciones llegaron y con el la oportunidad para Hugocchio a tomar el poder después
de dos fracasos violentos. Esta vez trataría de hacerse presidente por la vía
de los votos. La idea no era descabellada considerando el desprestigio de los
partidos tradicionales y considerando que los otros candidatos también eran títeres
que respondían a los intereses de otros titiriteros.
La
campaña fue exitosa si de algo sabia Hugocchio era de darse a querer por la
gente y a diferencia de otros títeres era difícil detectar los hilos que lo
dominaban. La victoria no se hizo esperar Hugocchio llego al poder y Fidelio se
frotaba las manos desde la placidez de su hamaca de moriche. (esta historia
continuara)
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